Realmente bello
Muchas gracias Gloria Isabel
LA VIDA DE
LOS ÚTEROS, DE LOS ÚTEROS Y DE LOS ÚTEROS.....
"La salud
de la mujer es el terreno sobre el que crece toda la humanidad. Mejorar la
salud de una mujer fertiliza y aprovisiona el terreno para todos, hombres,
mujeres, niños, animales, plantas y el propio planeta. El vínculo madre- hija,
en toda su belleza, dolor y complejidad, forma el cimiento mismo del estado de
salud de una mujer. Esta relación primordial deja su huella en todas y cada una
de nuestras células para toda la vida”
Las
mujeres, como los hombres, nos creamos en el útero de nuestra madre. Bebemos
sus emociones, sentimos todo aquello que acontece en su cuerpo, mente y
espíritu.
Es nuestro
universo durante nueve lunas y constituye nuestra esencial referencia de la
vida humana. En el caso
de las mujeres, nuestros úteros son creados en el útero de nuestra madre y en
él se imprimirán sus emociones básicas acerca de la feminidad.
Así, en su
útero, se albergan también aquellas de nuestra abuela y, si seguimos esta
espiral, caemos en la cuenta de que en este útero de creación y recreación,
nuestro Templo Sagrado (útero), está construido sobre los pilares de todas las
mujeres de nuestro linaje matrilineal.
El legado
de todas estas mujeres hasta nosotras (o hasta nuestras hijas) está impreso en
nuestro cuerpo, en concreto en nuestros genitales, nuestros órganos sexuales,
nuestros senos y nuestro abdomen. Tener
conciencia de esto nos ayuda a entender el porqué de tantos dolores
“inexplicables”, de tanta ira contenida y de tantas lágrimas sordas anudadas en
nuestra garganta.
Las mujeres
de nuestra casa sufrieron miles de abusos, desde la imagen de pecadora que
tuvieron que aceptar “gracias a” la Iglesia Católica hasta la reclusión
“recomendada” en los fogones.
Nuestras
ancestras fueron niñas, fueron mujeres, fueron hijas, fueron madres como hoy lo
somos nosotras. Sus miedos y sus contentos eran similares a los nuestros.
Ellas
tuvieron sus sueños cumplidos y sus sueños frustrados. Fueron algo
más que cuidadoras, aunque ahora apenas lo recordemos. Tuvieron
inquietudes y necesidades de brillar como las que hoy sólo confesamos ante el espejo
o una mano amiga.
Leyendo el
libro de Madre e Hijas de la Dra.
Northrup pude poner palabras a lo que tantas veces había sentido hacía mi madre
y hacia mi abuela. Esa
necesidad de verlas como mujeres, sin el lazo específico de la sangre familiar
sino con el lazo universal que nos une a las mujeres en manada.
Llorando
encontré que en el seno de mi madre residía una mujer llena de poder. Una mujer
a la que podía admirar. El reflejo de la Diosa, que tantas veces ilustré con
dibujos prestados, estaba ahí y era real.
Todos estos
años la buscaba y hasta que no bajé la espada del reproche y abracé nuestras
sombras no pude ver el verdadero rostro de la mujer en la que me crié y acuné. Mi
madre también es hija, como lo es mi abuela y todas mis ancestras.
Todas
tenemos en común nuestra Fuente de Origen y sólo cuando pude llegar hasta ella
entendí los misterios más inciertos y oscuros de mi. Comprendí
que muchos no eran míos, supe que tantos otros no eran de mi madre y así fui
deshilando la manta de los recuerdos, hasta llegar a Ellas.
Las mujeres
del pasado se manifiestan en nosotras a través de los pálpitos de nuestro
útero. Esta Sagrada
Vasija contiene las aguas de todas las emociones, suyas y nuestras.
Hemos de
sentirla sin miedo para poder elegir qué es lo que queremos quedarnos y qué
queremos desechar. Ellas nos acompañan desde la luz si así se lo pedimos.
Simplemente
hemos de nombrarlas con solemnidad, con el corazón y los brazos abiertos
pidiendo su presencia y ayuda.
Reconociendo
el linaje de sangre lunar. Os invito a invocarlas. Así lo hago
yo desde las profundidades de mi Ser:
"En
este caminar soy Erika, hija de Ana Rosa, hija de Lucila, hija de Eleuteria,
hija de Pascuala, hija y nieta de las mujeres valientes que me precedieron. A
vosotras, abuelas, os invoco desde el Amor, buscando la Sabiduría que reside en
vuestro legado"
Con estas
palabras reconozco su labor aún perenne en esta Tierra, pues ellas viven en mi
sangre. Porque decido honrarlas, las nombro.
Porque
decido liberarme de aquello que no quiero, las nombro.
Ellas son
la fuerza que impulsa cada una de mis acciones.
Ellas son
la Savia de mi cuerpo.
De todas y
cada una, una sonrisa y cientos de lágrimas recorriendo mi cara.
De todas y
cada una, el regazo acogedor.
De todas y
cada una de las mujeres de mi casa llevo la luz y la sombra.
Son cientos
y a todas ellas muestro mi veneración, porque del linaje de mis mujeres vine a
este cuerpo, a esta familia en concreto. Como hija y nieta de tantas, decido
caminar hacia las profundidades de sus úteros para encontrar el origen de la
angustia y ponerle fin.
Siento que
no estamos completas hasta el día en que tomamos aire y nos aventuramos a
bucear en las profundidades de nuestro linaje femenino. El momento
en el que nos reconocemos únicas es el momento en el que honramos aquello de lo
que formamos parte.
Sólo cuando
pude sentirme cómoda y reconfortada en los brazos de mi madre, pude dar el paso
hacia mi propio universo. Hasta
entonces había sido una niña perdida, buscando la aprobación de una mujer que
no sabía si amar u odiar. Fuera como
fuera nunca tuve elección, sabía que hiciera lo que hiciera, siempre la amaría.
Pese a todo
lo que me dolía reconocerlo, era cierto. Mi universo
fue esa mujer y como nuestra Madre Tierra, por mucho que trates de ignorarla
ella siempre te sostiene.
Quizás no
es como esperas, pero Ella es el mundo que necesitas para aprender lo que has
de aprender. Cuando comienzas a amar tus tifones, cuando entiendes tus
cataratas, llegas a encontrarla hermosa.
La miras y
te reconoces en ella. Entonces sabes que sois Una, tal y como fuisteis hace
años. Hemos de
aventurarnos a recorrer este laberinto mágico que nos conduce a la Fuente.
Nuestro
primer pasadizo es nuestro cuerpo y de ahí se abren las puertas hacia las
mujeres de nuestra casa. Pasamos a
través de nuestro útero al útero materno y de allí al útero de nuestras ancestras.
De una a
otra tomamos conciencia de quiénes somos en realidad. Cada una
descubrimos nuestros misterios y os aseguro, hermanas, que todos son bellos,
sea cual sea su forma.
Para
avanzar, no sólo hemos de comprender, sino también honrar nuestro origen.
Gloria Isabel Coronado Bello
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